Pollo
El pollo, especialmente el de corral, es un producto muy consumido, tanto en otoño como en invierno. El pollo ecológico se cría al aire libre en unas buenas condiciones y en unos espacios muy amplios, y tiene como mínimo 81 días de vida. En la tienda y en el mercado, lo encontramos identificado con la denominación “Pollo ecológico”.
Un pollo ecológico tiene más sabor, porque no ha comido pienso industrial: así, sabe a cereales y se nota que ha comido al aire libre y por eso no está seco.
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Puesto que suelen acompañarse con hortalizas, los platos de pollo acostumbran a ser muy completos. Es un ave que aporta proteínas de alto valor biológico.
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Aparte de las elaboraciones más conocidas, el pollo puede acompañarse con verduras de proximidad, añadirse a platos de arroz e, incluso, utilizarse para un plato de mar y montaña tradicional, como el pollo con cigalas o gambas.
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Del pollo, ha llegado hasta nuestros días la costumbre de aprovechar todas las partes. Y de este aprovechamiento viene la tradición de comer canelones el día de San Esteban para utilizar los restos del pollo de la comida de Navidad. El pollo puede comerse asado, al horno, al ast, frito, relleno, a la plancha, etcétera. Aprovechamos sus huesos para hacer caldos y la carne que queda enganchada en ellos, puede usarse después para elaborar croquetas u otras recetas. Los menudillos pueden comerse salteados, guisados o en el tradicional arroz de colls i punys (“de cuellos y puños”), que aprovecha las mollejas, las crestas, los hígados o los cuellos.
Los restos de pollo de una comida también pueden utilizarse para preparar recetas muy dispares con carne deshilachada, como unos burritos mexicanos o una causa a la limeña peruana, o para añadir en frío a ensaladas.