Consejos para personas
El impulso de la alimentación sostenible, además de ser una apuesta por la salud de las personas y el planeta, es una gran oportunidad para impulsar las economías locales y sostenibles. Apoyando a economías arraigadas a este tipo de alimentación y cambiando hábitos alimentarios podemos hacer que nuestra forma de comer sea más sostenible.
¿Qué podemos hacer las personas para incorporar la alimentación sostenible al día a día?
Practicar un consumo responsable
-
Preguntar por el origen de los productos frescos que compramos. Cómo se produce un alimento influye de forma determinante en la salud humana y en la salud del planeta.
-
En estos circuitos hay un solo intermediario entre producción y consumo (por ejemplo, una cooperativa de consumo, organizaciones de servicio a domicilio o ciertas tiendas de comestibles o fresco), o ningún intermediario, en el caso de la venta directa (por ejemplo, en la finca o en mercados de payés), y todos son pequeños o medianos y geográficamente próximos. Así, el equilibrio de fuerzas entre todas las partes permite precios que favorecen la viabilidad de la producción. Además, estas fórmulas reconectan a la ciudadanía con el origen de sus alimentos y fortalecen la economía local y la confianza entre vendedores y compradores.
-
Incluye las tiendas independientes de barrio y los puestos de los mercados municipales. Estos comercios se abastecen por vías mayoristas atomizadas, en las que el poder negociador se puede balancear un poco entre todos los actores de la cadena (a diferencia de las cadenas de fresco o de supermercados más extendidas, en las que una sola empresa detallista gigantesca decide los precios y las condiciones para productores y consumidores). El comercio de proximidad, además, fortalece la economía local, el dinamismo y la cohesión social en los barrios.
-
Priorizar siempre que sea posible los productos de proximidad y temporada. Las frutas y verduras de temporada es más probable que sean de cultivo próximo, y sin invernadero. También pueden ser más frescas, sabrosas y baratas. Los alimentos de proximidad fortalecen la economía y el colectivo de campesinos locales, favorecen la soberanía alimentaria, reducen el requerimiento de transporte y almacenaje en cámaras de conservación, y preservan la cultura alimentaria de nuestra zona.
-
Priorizar siempre que sea posible los productos ecológicos y agroecológicos con sello certificado. Así evitamos la generación y circulación de residuos químicos tóxicos que se pueden acumular en los ecosistemas y en nuestros cuerpos. También evitamos la contaminación de acuíferos, ríos, suelos y atmósfera, ayudamos a cerrar los ciclos de nutrientes en los suelos, mantenemos la biodiversidad cultivada y no cultivada y fomentamos un mayor bienestar animal, a la vez que damos apoyo a prácticas agrícolas que mejoran la adaptación y mitigación de la crisis climática y combaten la crisis de extinción global.
-
Priorizar las especies de temporada y las más autóctonas, y evitar las más sobreexplotadas. Evitemos las artes de pesca más insostenibles, como el arrastre.
-
Priorizar siempre que sea posible productos de comercio justo, sobre todo en productos que no se producen localmente, como el café, el azúcar, etc. El comercio justo es un sistema comercial que busca la equidad, garantizando que las iniciativas productoras reciben un precio justo y tienen unas condiciones de trabajo dignas. Se centra sobre todo en mejorar las condiciones de vida de comunidades vulnerables de países del Sur global.
-
Esta corriente de la economía intenta poner el bienestar de las personas y del planeta por encima del beneficio económico, y funcionar de manera democrática, participativa y transparente. Dentro del sistema alimentario se pueden encontrar las cooperativas y los grupos de consumo o iniciativas de economía circular.
-
Visitar un par de veces al año alguna explotación agrícola o ganadera, huertos urbanos o a una persona productora en un mercado municipal o en un mercado de payés.
Incorporar hábitos saludables
-
La dieta mediterránea, con gran tradición histórica en nuestro territorio, se considera una de las más saludables del mundo. Se basa en el consumo mayoritario de hortalizas y frutas frescas y de temporada, pescado, legumbres, frutos secos, cereales integrales y tubérculos, como la patata y el boniato, y el aceite de oliva virgen.
Barcelona es también una ciudad acogedora de otras culturas y tiene una gran diversidad de conocimientos culinarios y experiencias alimentarias que, elaboradas con productos frescos, diversos, de calidad, proximidad y ecológicos, también pueden generar dietas saludables y sostenibles.
La dieta de salud planetaria es otra muy buena opción: una dieta de referencia para adultos simbólicamente representada por medio plato de verduras y frutas y la otra mitad consistente en cereales, proteína vegetal, aceite y pequeñas cantidades de proteína animal y lácteos y con algunos azúcares añadidos y féculas vegetales. Esta dieta es flexible y se adapta a las necesidades específicas, las preferencias personales y las tradiciones culturales.
-
Cocinar al menos dos comidas a la semana en familia, incluyendo el proceso de compra destacando de dónde provienen los alimentos, quién los ha producido y envasado y quién los distribuye.
-
Priorizar el consumo de fruta o bocadillos variados en lugar de productos industriales ultraprocesados, que típicamente contienen demasiada sal, azúcar o grasas y que son pobres en fibra, proteína o micronutrientes.
-
Sustituir la proteína animal por proteína vegetal en al menos dos comidas cada semana.
-
Priorizar siempre que sea posible la carne de ganadería ecológica, ganadería extensiva y de los sistemas mixtos de cultivo-ganadería de proximidad. Estos sistemas aprovechan los recursos locales de pastos y de forrajes de cultivo ecológico, requieren pocas entradas externas, crían razas propias de su entorno que, por lo tanto, están adaptadas, y los animales tienen suficiente espacio y buenas condiciones de vida para no enfermar demasiado.
-
Experimentar el hecho de cultivar nuestra comida, aunque sea de manera puntual, simbólica o parcial. Apuntarse a un huerto urbano o comunitario.
-
Elaborar un recetario de platos saludables y sostenibles familiar a partir de conversaciones con las personas mayores de nuestro entorno, con el fin de recuperar recetas y elaborarlas con productos ecológicos, de proximidad y frescos.
Reducir el desperdicio
-
Ir a comprar con la lista, y seguirla. La verdura o fruta con una apariencia no inmaculada también puede ser buena.
-
Seguir las instrucciones de conservación que figuran en las etiquetas de los alimentos.
Conservar los alimentos con la ventilación y el frío necesarios (a veces son suficientes una despensa o un lugar fresco).
Revisar la nevera para congelar cualquier alimento que empiece a estropearse y no se pueda consumir inmediatamente.
Pasada la fecha de consumo preferente, el alimento quizás habrá perdido sabor u olor, pero no se habrá estropeado.
-
Recopilar recetas para aprovechar la comida, como el pan duro o la fruta muy madura.
Si no damos abasto para consumir todo lo que tenemos en buen estado, donémoslo a iniciativas de redistribución de comida o neveras comunitarias.
-
Observar y analizar los residuos orgánicos para dimensionar nuestro volumen de desperdicio.
-
Cuantificar semanalmente el volumen total de envases que usamos relacionados con la alimentación y ponerse objetivos de reducción.
Tomar bebidas sin envase. Llenar una cantimplora con agua del grifo, tener una taza en el trabajo para usarla en la máquina del café, ir a bodegas con una garrafa para el vino, usar vasos reutilizables en las fiestas...
Comprar sin envases de un solo uso: llevemos de casa un carro de la compra o una cesta, bolsas de tela o compostables para la fruta y la verdura, y táperes para las compras a granel, la comida para llevar o las sobras del restaurante.
Planificarcomidas fuera de casa sin envases